La Compañía de Ferrocarriles encargó la construcción de la estación al arquitecto Victor Lenoir en los años 1850. Este edificio de estilo neogótico se integra perfectamente en el paisaje arquitectónico medieval de la ciudad. La policromía blanca y rosa, que se consigue alternando ladrillo y piedra calcárea, le aporta una apariencia extraordinaria que contrasta con el entorno urbano circundante. Se trata de un edificio construido extramuros que debía servir para ejemplificar la apertura a la modernidad del municipio, un proceso que por aquel entonces venía marcado por las comunicaciones ferroviarias.